miércoles, 27 de abril de 2011

Realismo fotográfico


En mi último texto subido a nuestro blog “Estilos, sólo aparentemente opuestos”, quise demostrar que las supuestas diferencias entre corrientes artísticas a menudo resultan relativas. Me referí en particular a la propuesta neoclásica y la romanticista que sólo a primera vista parecen responder a temperamentos totalmente opuestos.

Sin embargo, este mismo fenómeno podemos seguir observando con las propuestas en directa continuación: El Romanticismo y el Realismo parecen ser otro “par” de corrientes que se llevan como fuego y agua. La primera exalta las emociones más inquietantes y proclama un subjetivismo radical en el arte, mientras la segunda pretende registrar objetivamente su entorno, considerando al artista como un testigo fiel ante su realidad externa. Observamos a Gustave Courbet, François Millet y Edouard Manet en este contexto. Sus obras nos hablan de la gente común con su trabajo, sus actividades domésticas o esparcimientos, sin involucramiento emocional por parte del artista. Por lo menos, esa es la idea.

La pregunta es, si verdaderamente pueda haber objetividad en una obra. En este caso, lo que plasmamos no debe afectarnos, simplemente hay que registrar lo que sucede. Si veo a dos hombres picando piedras o a una pareja de campesinos rezando con su canasta de papas, no voy a emitir ningún juicio, ni mucho menos de cómo en lo personal a mi me parece.

¿Es posible? ¿O el simple hecho de escoger una escena en particular ya nos habla de un punto de vista personal del artista? Probablemente… y aquí nos encontramos con la misma relatividad que acompaña a tantas corrientes artísticas. Las clasificaciones no son absolutas. François Millet pintó en  “El Ángelus” (1857) a dos personas concluyendo su trabajo de campo por este día, dando las gracias por las papas que se llevarán a casa, porque esto era “lo que Millet veía a diario”…, y 30 años más tarde a Vincent van Gogh le gana el llanto frente a esta obra por la carga emotiva que percibe.

Objetividad absoluta parece ser anti humano. Queriendo eliminar cualquier elemento subjetivo de una obra, significaría despedirnos de la sensibilidad artística. Uno no sólo escoge un tema, sino también considera el “cómo” y el “para qué” plasmarlo.

Con este texto quiero invitar particularmente a descubrir la fotografía como un documento social que nace en este mismo tiempo del “Realismo”. Paralelamente a las propuestas pictóricas se dan los pioneros de una nueva técnica, idónea para el propósito de un “registro inmediato”. En particular pienso en Jacob Riis (1849 - 1914), periodista y fotógrafo danés, y Lewis Hine (1874 - 1940), sociólogo y fotógrafo de los Estados Unidos. Sus fotografías nos muestran a niños durmiendo en la calle o trabajando en las fábricas; personas sin hogar amaneciendo sobre desechos u obreros arreglando maquinas enormes. Vemos los interiores de las casas sencillas o la ropa colgada en el tendedor: Miradas breves, sin pretensiones, sólo abriendo los ojos para fijar qué existe.

Se trata indudablemente de un Realismo fotográfico: Todo es “de verdad”, no se agrega, ni se omite ningún elemento. No hay nada imaginario, ni exagerado. Y sin embargo sería difícil hablar de una ausencia de emociones. El simple hecho de agarrar la cámara y querer registrar tal escena ya es una intención subjetiva y emotiva. ¡Y qué bien que sea así! Porque así seguimos apreciando miradas de seres humanos involucrados en el mundo y asumiendo un compromiso de cronista para que a futuras generaciones nada se les nos olvide.

¡Allí están las fuentes para descubrir a estos personajes! Y a otras más como Paul Martin, Peter Henry Emerson, Frederick Evans o más adelante Alfred Stiegliz, Hugo Brehme o August Sander, entre muchos más. Todos ellos nos regalan un registro fiel y a la vez sensible respecto a lo que vive el ser humano. Y... ¿será que el Realismo, tal cual, no existe, sino que siempre es también subjetivo?

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